jueves, 15 de abril de 2010

En erupción


Debe de ser que nos gusta sufrir, que existir sin vaivenes no es divertido. Quizás nos busquemos por el placer de encontrarnos, quizás, porque sin pequeñas muertes la vida no es vida.


El rutinario infarto del despertador, la lengua quemada con el café, el cuello negro de un beso demasiado extasiado, tropezar con la puerta, maleta rota, vuelo cancelado, albergue pagado y cinco chicas en espera.


Guarda las palabras sólo en la memoria, para que NADIE las lea. Que los recuerdos suenan más dulces en la cabeza, y no nos alteran. Porque el sabor de un momento cambia la cartelera.


Esperar un poco más, a ver si el viento cambia. ¿Sabes que este paso lento me mata?... Abre aunque sea una ventana, para que te vea, y esconde el corazón en los borradores, a mí me valen incluso los del móvil.


Europa está cubierta por ceniza, pero yo veo mi día mucho mucho mucho más gris. ¿Te empeñas en que empeore?


No hay arrepentimiento ni decisión, debe de ser por no saber por lo que no lo sentimos.
Es la cabeza la que siente, no el corazón. ¿Pero tanta renuncia merecerá la pena?

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