jueves, 29 de julio de 2010
300 gramos de felicidad
La luna es la misma noche tras noche, se repite. No sabe qué decir cuando se encuentra contra la pared. Sube la música porque no le gusta hablar de la vida. Se maquilla para distanciarse de miradas, si la miran, se vuelve torpe, y se pone colorada. Le gustas tranquilo y en silencio. Cuenta el tiempo en 19 canciones, algún que otro acierto y cuatro manos. La cama es estrecha pero entráis pegados. Las oportunidades, al vuelo, que si fallas la vida se lleva los sueños rápido.
No hay un porqué. No hay una explicación. Calla la boca y deja que se muevan los labios. Reyes del asfalto con el sol quemando los brazos. Mirada perdida pensando en antiguos abrazos. Boquita torcida anhelando disparos. Manos crispadas que muestran dolor en rostros calmados.
Las mira y se llena de paz, y la vida vuelve a girar. Y qué le vamos a hacer, si esto es una feria. El premio gordo se lo lleva quien más tira a puerta.
Y qué le va a hacer, si ella siempre lucha cuando juega. Tú dudas y ella te desnuda. Tu ríes y ella se vuelve descarada. Siente ansia por saber qué se oculta bajo esa fachada. Nadie pone límites cuando de cama se trata.
No hay reglas. La partida nunca acaba.
f. DROGA!
lunes, 26 de julio de 2010
!
¿Sabes qué? No creo que haya una respuesta, ni creo en el destino.
Creo que la vida es una sucesión de golpes de azar que se convierten en oportunidades si sabes aprovecharlas. Creo en aprender qué quieres y luchar día a día por ello, que nada ocurre por una razón concreta, pero sí que somos capaces de aprender de cada momento.
No creo que estemos justo aquí por algo, pero sí podemos hacer algo con nuestro tiempo. Las incógnitas no te las resuelve el cielo, con los pies en el suelo se anda el camino.
No creo en las causas, sí en las consecuencias. Nuestra vida es especial porque termina.
Vida es vivir, y la meta, seguir viviendo.
F: Juego vertical
jueves, 8 de julio de 2010
El ventilador mueve el calor, la habitación todavía huele a lirios. Tenías la mirada borrosa pintada en la cara de niño, el cuerpo apuntando hacia la puerta, los puños agarrados a las sábanas. Una mano conmigo y otra en el olvido.
Llámame egoísta una última vez y déjame creer que no puedes desterrarme del todo porque aún guardo pedazos de ti en mi bolsillo. Déjame sólo decirte que te equivocaste, que no me hacía falta perderte para apreciarte, ni que pase el tiempo para extrañarte. Guarda los gritos y quédate con la complicidad, pero recuerda lo que no puedo darte. Recuerda también lo que te pedí que nunca olvidases.
Foto: playa
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