Un día cualquiera, empezando a respirar
Tendida en un colchón deshilachado, enredada en las sabanas que recuerdan una noche oscura que no me dejaba dormir.
Tendida en un colchón deshilachado, enredada en las sabanas que recuerdan una noche oscura que no me dejaba dormir.
Los rayos de un sol madrugador atraviesan la ventana abierta por el calor, el verano comienza a hacer acto de presencia, arrancando prendas de ropa, pieles tostadas, sonrisas y sudor.
Mis ojos perezosos deciden por fin abrirse, y reviven como en un fotograma la noche anterior; la angustia, el miedo... La sensacion de ser tragada por el colchón.
Di tantas vueltas, que el último pensamiento de mi mente semiincosciente fue
Voy a hacer un socavón...
Qué ridiculo, suelo pensar cada mañana, cuando recuerdo el miedo irracional que tuve en la oscuridad, los pequeños rituales de protección contra el mal y las lagrimas derramadas que, solo cuando ya no hay luz, se permiten recordar.
Pero de nuevo, todo eso queda atras, y por unos instantes solo me preocupa salir a pasear...
La mañana, mi parte favorita del día, que se viste de alegrías e incluso aquí en pleno centro de Madrid huele a mar. A mar, a chocolate y a rosas, a despertares difusos tras noches locas, a besos anhelantes con la boca pastosa despues de momentos que a veces solo fueron casualidad.
Pero nada importa cuando el sol muy suave baña mis pestañas, y el rocío aun prende en las hojas que hace unas horas eran oscuridad, nada me importa, incluso puedo jugar a creer que mi vida es solo una mas, que nada cambió, que todo sigue igual.
Por la mañana él ya no está, la ambulancia ya le ha recogido, se ha marchado con sus pasos vacilantes y su miedo, su lucha constante y su fragilidad, y por la mañana, y solo entonces, podemos permitirnos unos momentos de paz.
La rutina clama a voces, me arranca de mi aleatoria paz, y correr... Comienza un nuevo dia, este oasis fue un espejismo una vez más.
La ducha arde en mi piel, el pelo mojando, camiseta de algodón, zapatos, un bolso grande, y nuevamente a empezar. Las horas corren, a veces lentas, a veces volantes... Jugando a las emociones, a mi rostro cambiar. A veces río y a veces lloro, a veces me pregunto que ocurre, ¿Y la respuesta? Qué se yo
Pero acaba, nuevamente acaba... Y vuelvo a una casa que me asfixia, que me atrapa, que me hace recordar por qué ya no puede ser igual
Comer sentados en una cocina estrecha, desfilando palabras que unas veces tienen sentido, pero otras no.
Y caer rendida en el sofa... Y despertar sin saber bien dónde estoy, ¿Cuántas horas paso desconcertada a la semana? Me entran ganas de reir...
Y llega la tarde con su media luz perezosa, me siento en la terraza a comer naranjas, a mirar el pinar.
Buscando palabras, intentando crear versos, o prosa o canciones... O que más da
Solo recuerdo ya los lugares donde solíamos estar...
Y la primera oscuridad nocturna me arranca de la silla, me levanta de mis pensamientos, me vuelve a conectar. Entonces... pienso, como cada noche, tu volverás. Pero no... Tan sólo me duermo, caigo rendida en un remanso de paz
Esta noche no... Esta noche déjame.
Esta noche algo ha empezado.
El principio del final.
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