Volver a la rutina no fue tan fácil, después de todo.
Lo típico. Solía pensar que la existencia era una línea recta con final pronosticado. Años sucesivos de biberón, pelotas, sexo, amor, hijos, falta de pasión, pensión y finalmente más pañales. El destino debía ser justo con quienes reciclaban el papel, los bricks de leche y los yogures; no correr demasiado por la autopista, no beber demasiado, no follar sin condón. Y eso que dicen en la tele nunca podría pasarte a ti, porque mamá siempre decía que comiendo espinacas crecerías sano. Porque la abuela encendía velas por ti.
Y un día se dió cuenta de que la vida era una apuesta. Por muchas veces que recorras el camino, una de ellas será diferente. Somos piezas que cambian de mano.
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