Y me quede así, callada, pensando en cómo me hace reir cuando lo que más deseo es gritar para que se de cuenta. Comencé a entender que las confesiones no se sellan con un beso, que las miradas no siempre dicen todo, que las palabras hacen falta. Que necesitamos mucho tiempo para colarnos en la vida de otras personas, y por mucho que te empeñes no siempre lo conseguirás. Y después de tanto pensar en hablar y en no hablar y disfrutar, después de cerrar los ojos y dejarme llevar, y después de subirme a la realidad y mirarla un rato, llegué a la conclusión al fin de que las personas no cambian. Naces de una forma y la perfeccionas con cada paso que das. Sin mirar ni un segundo atrás, o al menos intentándolo.
Foto: Mundo loco